domingo, 10 de agosto de 2014

1a. COMUNIÓN

Ayer, 09 de agosto, 18 niños de nuestra Capilla "Ntra. Sra. de la Medalla Milagrosa" recibieron el Sacramento de la Primera Comunión. Este años fuimos invitados a compartir la ceremonia con los niños del Ba. Las Tunas. La Misa se celebró en la Capilla San Cayetano, de ese barrio.

Dana Aguilar
Mariana Ballejo
Keila Barcos
Alexis Berzano
Enzo Burgo
Celeste Cáceres
Melina Cerrudo
Alejandro y Florencia Dalinger
Antonio y Nélida Fleyta
Milagros Mancilla
Tomás Martínez
Denise Monzón
Jennifer Reya
Paulo Romero
Alex Sacks
Florencia Vásquez
Cateq. Mikina de Alvarez








Agradecemos la participación de Marisa y Walter con las canciones.

domingo, 31 de julio de 2011

1a.COMUNIÓN

32 chicosy jóvenes de la Capilla Ntra. Sra. de la Medalla Milagrosa, recibieron ayer 30 de julio, la Primera Comunión de manos del P. Leo Tovar.
Catequistas: Mirta Sachs de García, Marisa Spinelli de Rodríguez, Walter Rodríguez y Mikina Varini de Alvarez Villarraza.








viernes, 17 de diciembre de 2010

¡Nacimiento!

Con espíritu navideño, que cada uno de nosotros sea el medio para que Jesús nazca en los corazones y esté presente en la mesa de aquellos que sufren, que son más débiles, que están alejados…  anunciando la esperanza de un mundo mejor!
Que resuene en toda la tierra y en el cielo la noticia del Nacimiento de aquel Niño que vino a salvarnos. El milagro por el cual Dios se hace presente en la historia del hombre. Anunciemos que Él nos ha dado la vida y está entre nosotros!
¡Feliz y santa Navidad!

miércoles, 27 de octubre de 2010

Oración para católicos en la India



 
DEL SUPERIOR PROVINCIAL EN LA INDIA
Reenvío esta información del Superior provincial de los OFM en la India:
Rezad por la Iglesia de la India. Extremistas budistas, en la India han prendido fuego a 20 iglesias en la noche pasada. Esta tarde han planificado por destruir 200 iglesias en la provincia de Olisabang.
Tienen intención de matar a 200 misioneros entre las próximas 24 horas.
En este momento todos los cristianos se están escondiendo en las “aldeas”. Rezad por ellos y enviad este e-mail a todos los cristianos que conocéis. Pedir a Dios que tenga piedad de nuestros hermanos y hermanas de la India.
Cuando recibáis este mensaje, os ruego enviarlo con urgencia a otras personas. Rezar por ellos a nuestro omnipotente y victorioso Señor.


P. Samuel M. Chetcuti OFM Conv.
P. Provincial de los Frailes Franciscanos Conventuales
República Street, Valletta VLT 1110, Malt Tef. (356) 21241167
Fax (356) 21223556
Mob (336) 99865668

martes, 11 de mayo de 2010

Verdadera manifestación de esperanza ante la Virgen de Luján

Luján (Buenos Aires), 10 May. 10 (AICA)

“Hoy, entrando al Bicentenario y no habiendo superado las otras fallas que nos corroen, una amarga sensación de desánimo y mezquino individualismo nos embarga. Sin embargo, más profundamente, late aún en cada uno de nosotros y en la Patria toda, una tenue esperanza. Debemos hacerla crecer, no como una ilusión vana e ingenua, sino basada en lo que ya hemos conseguido como Nación, para potenciar así su desarrollo”. Así lo expresa el Manifiesto de la Esperanza, que fue leído esta tarde ante una multitud de fieles que se congregaron en Luján para participar de la celebración ciudadana con la que los laicos dieron comienzo a los festejos por el Bicentenario de la Patria.
     El texto, cuya lectura estuvo a cargo de Justo Carbajales, director ejecutivo del Departamento de Laicos (DEPLAI) de la Conferencia Episcopal Argentina, deja en claro “la maravillosa responsabilidad cívica de los que tenemos fe en Dios”, porque “la fe le da vida a la esperanza. Es como el soplo que prende la llama y la aviva, es la certeza de lo que se espera, prueba de lo que aún no se ve. Es la sal viva”. Y aclara también que “la fe verdadera no es sólo para cada uno de nosotros” sino que “exige ser vivida en medio de nuestro pueblo argentino. No es un privilegio, sino un don que debe ser ofrecido y compartido”.
     “Así -prosigue el texto-, los hombres y las mujeres de fe junto con todos los argentinos de buena voluntad, debemos comprometernos en este inicio del Bicentenario a que en nuestra Patria salga a la luz una Esperanza transformadora, hacia una Nación Argentina que incluya dignamente a todos sus hijos. Por ello queremos hoy anunciar este Manifiesto, que es un verdadero compromiso ciudadano del Bicentenario, para que quede grabado en nuestro corazón y marque nuestro comportamiento cívico”.
Un verdadero compromiso ciudadano
     A continuación, declara una serie de principios básicos, como la dignidad de la vida humana, el valor de la transparencia y la honestidad, el respeto a las leyes, el fortalecimiento de las instituciones, la participación ciudadana y la educación, que conllevan determinados compromisos a asumir. El texto señala lo siguiente:
     “Creemos en la dignidad intocable de la vida humana y nos comprometemos a respetarla y a hacerla respetar integralmente en todas sus etapas”;
     “Creemos en el valor de la transparencia y la honestidad. Nos comprometemos a cumplir con nuestros deberes familiares, cívicos y fiscales y también nos comprometemos a exigir el mismo comportamiento en nuestros representantes políticos; a no votarlos si incumplieren con ello y a movilizar a la opinión pública para que haga lo mismo”;
     “Creemos en el respeto a las leyes por sobre todo otro interés personal o grupal y nos comprometemos a respetarlas y a hacerlas respetar democráticamente”;
     “Creemos en el fortalecimiento de nuestra instituciones republicanas, único camino para la construcción de un país para todos”;
     “Creemos en el federalismo que supone y exige la necesaria y justa autonomía política y financiera de las provincias”.
     “Creemos en el diálogo social. Es imprescindible lograr ‘consensos básicos’ sobre un modelo de país, que nos abarque a todos. Trabajaremos y exigiremos a nuestros políticos ese dialogo”;
     “Creemos en la participación ciudadana. Debemos pasar de ser simple habitantes a ciudadanos comprometidos con lo público. Pasar de una democracia delegativa a una democracia participativa y comprometida .No tenemos derecho a quejarnos de nuestros políticos si no participamos en lo público”;
     “Creemos en la importancia esencial de la educación y el trabajo digno como las verdaderas herramientas de desarrollo de nuestros hijos y de inclusión social de todos nuestros compatriotas. Si la máxima del Centenario fue ‘gobernar es poblar’, la del Bicentenario debe ser ‘gobernar es educar’”.
Poner “nuestra esperanza y trabajo en este compromiso"
     A continuación, destaca la necesidad de poner “nuestra esperanza y trabajo en este compromiso”, lo que hará posible:
     “que cada vida humana en nuestra Patria sea protegida y respetada desde el momento de la concepción sin ningún tipo de discriminación por sexo, edad, raza, situación socio económica o estado de salud. Que sea tratado siempre como una persona”; “lograr las condiciones mínimas para la plena integración social de cada habitante de esta bendita tierra, y su grupo familiar con igualdad básica de oportunidades”.
     También será posible “que nuestros niños cuenten con un hogar que los contenga y los proteja. Que todas las políticas de inclusión social tengan como eje el fortalecimiento familiar. Que se promueva el matrimonio como realmente es, una comunidad estable de vida y amor entre una mujer y un hombre”; “que todos nuestros niños y jóvenes reciban la educación que les permita su pleno desarrollo laboral, social y espiritual” y “que nos consolidemos como pueblo”.
     Por eso, el Manifiesto llama a ponerse de pie y caminar “guiados por nuestra Fe y Esperanza, junto con todos los compatriotas que acepten nuestra invitación”, y a no permitir “que nada nos detenga hasta que los campos y las ciudades de nuestra bendita Patria vuelvan a brillar”.
     A continuación, el texto completo del manifiesto:
Manifiesto de la esperanza
     Por un Compromiso Ciudadano en el Bicentenario de la Patria
     Queridos Hermanos en Cristo:
     Hoy nos encontramos en el sitio que la Virgen María eligió como lugar querido hace 380 años, mucho antes que el simple sueño de ser Nación empezara a ser concebido.

     Su imagen presente en Luján es para nuestro pueblo certeza de la bendición de Dios para aquellos que habitamos estas tierras y signo de Esperanza.
     Esa Esperanza que, transformada en compromiso con la historia, hizo que en mayo de 1810 un puñado de patriotas creyera, en medio de la oscuridad de los tiempos que les tocó vivir, que podíamos ser una Nación y juntos, como pueblo, iniciaran el trabajoso camino, que llevó a nuestra independencia en 1816.
     Una Esperanza que impulsó a Belgrano y a San Martín a encomendarse a vos, Virgen Gaucha, a encender la antorcha de la Libertad, y a defenderla cuando su luz parecía apagarse.
     La Esperanza que actuó para que vinieran hombres y mujeres de todo el mundo buscando libertad, convivencia, trabajo y lo consiguieran.
     La Esperanza de todos ellos es la que nos hizo a nosotros ARGENTINOS. Nuestros antepasados fueron forjando, a pesar de las dificultades, una Patria abierta a todos los hombres del mundo, transformándola en un crisol de razas, una tierra de convivencia religiosa y étnica y una tierra de trabajo, cuyos campos generosos devolvieron el sudor de sus frentes con cereales y animales que se multiplicaron para transformarla en el granero del mundo.
Una Nación donde cada padre y madre creía que el futuro de sus hijos sería mejor que el suyo y que la educación era el instrumento para alcanzarlo.
     Cuando Argentina festejó el centenario de la Revolución de Mayo era creencia generalizada que seríamos uno de los países más prósperos y poderosos de la tierra y por eso la euforia de esos días.
     Sin embargo, esa euforia no estaba sustentada en la Esperanza sino en una vana ilusión. Graves fallas corroían el espíritu nacional; una cultura donde claudicaba la honestidad y el respeto por la ley, donde era más importante derrotar y destruir al enemigo político que lograr consenso en aras del bien común.
     Una sociedad donde millones de personas, mujeres y hombres, no podían elegir a sus autoridades libremente y sin fraude.
     Una sociedad con una mesa opulenta donde millones de habitantes no alcanzaban las condiciones básicas para ser incluidos en ella.
     Esas fallas ensombrecieron   nuestra historia hasta llegar a la página más oscura de la última dictadura militar. A pesar que en 1983 recuperamos la democracia y con ello nuestra capacidad de elegir libremente nuestras autoridades y nuestra libertad de expresión, hoy, entrando al Bicentenario y no habiendo superado las otras fallas que nos corroen, una amarga sensación de desánimo y mezquino individualismo nos embarga.
     Sin embargo, más profundamente, late aún en cada uno de nosotros y en la Patria toda, una tenue Esperanza.
     Debemos hacerla crecer, no como una ilusión vana e ingenua, sino basada en lo que ya hemos conseguido como Nación, para potenciar así su desarrollo.
     En este punto queda clara la maravillosa responsabilidad cívica de los que tenemos Fe en Dios. La Fe le da vida a la Esperanza. Es como el soplo que prende la llama y la aviva, es la certeza de lo que se espera, prueba de lo que aún no se ve. Es la sal viva.
     La Fe verdadera no es sólo para cada uno de nosotros, exige ser vivida en medio de nuestro pueblo argentino. No es un privilegio, sino un don que debe ser ofrecido y compartido.
     Así, los hombres y las mujeres de Fe junto con todos los argentinos de buena voluntad, debemos comprometernos en este inicio del Bicentenario a que en nuestra Patria salga a la luz una Esperanza transformadora, hacia una Nación Argentina que incluya dignamente a todos sus hijos.
     Por ello queremos hoy anunciar este Manifiesto, que es un verdadero compromiso ciudadano del Bicentenario, para que quede grabado en nuestro corazón y marque nuestro comportamiento cívico.
     En él decimos que:
     Creemos en la dignidad intocable de la vida humana y nos comprometemos a respetarla y a hacerla respetar integralmente en todas sus etapas.
     Creemos en el valor de la transparencia y la honestidad. Nos comprometemos a cumplir con nuestros deberes familiares, cívicos y fiscales y también nos comprometemos a exigir el mismo comportamiento en nuestros representantes políticos; a no votarlos si incumplieren con ello y a movilizar a la opinión pública para que haga lo mismo. “No robarás” es un mandato para todos, sin excepción.
     Creemos en el respeto a las leyes por sobre todo otro interés personal o grupal y nos comprometemos a respetarlas y a hacerlas respetar democráticamente.
     “Sin ley no hay verdadera libertad: existen solo pasiones, desorden y anarquía”
     Creemos en el fortalecimiento de nuestras instituciones republicanas, único camino para la construcción de un país para todos.
     Creemos en el federalismo que supone y exige la necesaria y justa autonomía política y financiera de las provincias.
     Creemos en el diálogo social. Es imprescindible lograr “consensos básicos” sobre un modelo de país, que nos abarque a todos. Trabajaremos y exigiremos a nuestros políticos ese dialogo.
     Creemos en la participación ciudadana. Debemos pasar de ser simple habitantes a ciudadanos comprometidos con lo público. Pasar de una democracia delegativa a una democracia participativa y comprometida .No tenemos derecho a quejarnos de nuestros políticos si no participamos en lo público. “Debemos crecer en la conciencia de ser pueblo”
     Creemos en la importancia esencial de la educación y el trabajo digno como las verdaderas herramientas de desarrollo de nuestros hijos y de inclusión social de todos nuestros compatriotas. Si la máxima del Centenario fue “gobernar es poblar”, la del Bicentenario debe ser “gobernar es educar”.
     Queremos ser Nación con mayúsculas, una Nación cuya pasión sea la verdad y el compromiso por el bien común.
     Por eso ponemos nuestra Esperanza y trabajo en este compromiso, porque si lo cumplimos
     Es posible que cada vida humana en nuestra Patria sea protegida y respetada desde el momento de la concepción sin ningún tipo de discriminación por sexo, edad, raza, situación socio económica o estado de salud. Que sea tratado siempre como   una persona.
     Es posible lograr las condiciones mínimas para la plena integración social de cada habitante de esta bendita tierra, y su grupo familiar con igualdad básica de oportunidades. Que no haya más hermanos nuestros que tengan hambre o estén excluidos. “Que la Patria sea para todos”.
     Es posible que nuestros niños cuenten con un hogar que los contenga y los proteja. Que todas las políticas de inclusión social tengan como eje el fortalecimiento familiar. Que se promueva el matrimonio como realmente es, una comunidad estable de vida y amor entre una mujer y un hombre.
     Es posible que todos nuestros niños y jóvenes reciban la educación que les permita su pleno desarrollo laboral, social y espiritual.
     Es posible que nos consolidemos como pueblo.
     Sacudámonos nuestros desánimos, pongámonos de pie y caminemos guiados por nuestra Fe y Esperanza, junto con todos los compatriotas que acepten nuestra invitación.
     Jesucristo, el Señor de la historia está con nosotros. María es Madre de nuestro pueblo y nos acompaña.
     Nuestros padres y nuestros hijos nos están mirando.
     No permitamos que nada nos detenga hasta que los campos y las ciudades de nuestra bendita Patria   vuelvan a brillar.
     No tengamos miedo. Es posible. Y así será para que con Cristo y María “construyamos una Patria para todos”, para ese pueblo a quien saludamos cantando : “Al Gran Pueblo Argentino ¡Salud!
Justo Carbajales
Director Ejecutivo del Departamento de Laicos (DEPLAI).CEA.+

lunes, 29 de marzo de 2010

Tema del día : ¿Qué hace Dios en la cruz?


Según el relato evangélico, los que pasaban ante Jesús crucificado sobre la colina del Gólgota se burlaban de él y, riéndose de su impotencia, le decían: «Si eres Hijo de Dios, bájate de la cruz». Jesús no responde a la provocación. Su respuesta es un silencio cargado de misterio. Precisamente porque es Hijo de Dios permanecerá en la cruz hasta su muerte.


Las preguntas son inevitables: ¿Cómo es posible creer en un Dios crucificado por los hombres? ¿Nos damos cuenta de lo que estamos diciendo? ¿Qué hace Dios en una cruz? ¿Cómo puede subsistir una religión fundada en una concepción tan absurda de Dios?

Un "Dios crucificado" constituye una revolución y un escándalo que nos obliga a cuestionar todas las ideas que los humanos nos hacemos de un Dios al que supuestamente conocemos. El Crucificado no tiene el rostro ni los rasgos que las religiones atribuyen al Ser Supremo.

El "Dios crucificado" no es un ser omnipotente y majestuoso, inmutable y feliz, ajeno al sufrimiento de los humanos, sino un Dios impotente y humillado que sufre con nosotros el dolor, la angustia y hasta la misma muerte. Con la Cruz, o termina nuestra fe en Dios, o nos abrimos a una comprensión nueva y sorprendente de un Dios que, encarnado en nuestro sufrimiento, nos ama de manera increíble.

Ante el Crucificado empezamos a intuir que Dios, en su último misterio, es alguien que sufre con nosotros. Nuestra miseria le afecta. Nuestro sufrimiento le salpica. No existe un Dios cuya vida transcurre, por decirlo así, al margen de nuestras penas, lágrimas y desgracias. Él está en todos los Calvarios de nuestro mundo.

Este "Dios crucificado" no permite una fe frívola y egoísta en un Dios omnipotente al servicio de nuestros caprichos y pretensiones. Este Dios nos pone mirando hacia el sufrimiento, el abandono y el desamparo de tantas víctimas de la injusticia y de las desgracias. Con este Dios nos encontramos cuando nos acercamos al sufrimiento de cualquier crucificado.

Los cristianos seguimos dando toda clase de rodeos para no toparnos con el "Dios crucificado". Hemos aprendido, incluso, a levantar nuestra mirada hacia la Cruz del Señor, desviándola de los crucificados que están ante nuestros ojos. Sin embargo, la manera más auténtica de celebrar la Pasión del Señor es reavivar nuestra compasión. Sin esto, se diluye nuestra fe en el "Dios crucificado" y se abre la puerta a toda clase de manipulaciones. Que nuestro beso al Crucificado nos ponga siempre mirando hacia quienes, cerca o lejos de nosotros, viven sufriendo.

José Antonio Pagola

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